Hay mil cosas en el mundo
que podría desear:
dinero, honor y gloria,
salud, poder y prestigio…
Todas me saben a estiércol
comparadas con tus ojos;
ninguna tiene valor
comparada con tus labios.
Más quisiera yo tus manos
que mil lingotes de oro.
Más quisiera yo tu cuello
que un milenio de imperio.
¿Cómo tengo que decirte
que el corazón que palpita
en tu pecho delicado
es el premio más preciado?
Perder prefiero la vida
que el afecto que nos une.
Porque tú, mi morenita,
eres… eres para mí.
¡Y punto!